lunes, 22 de octubre de 2007

conclusiones


1. Desde la década de los años 80 y 90, el Perú
vive una revolución de los informales los
mismos que han reivindicado para sí el derecho
a la propiedad privada, el derecho a la
empresa, y, sobre todo, la capacidad y el esfuerzo
individual.
2. Al reivindicar estos derechos, los menos favorecidos
se han convertido en la vanguardia de
la construcción de una auténtica economía de
mercado, del auténtico sector empresarial de
origen popular, y han creado una base fundamental
para ser optimistas con el cambio.
3. Hernando de Soto sostiene que en el Perú el
problema no está en la economía informal sino
en el Estado. «Aquella es, más bien, una
respuesta popular espontánea y creativa ante
la incapacidad estatal para satisfacer las
aspiraciones más elementales de los pobres.
Cuando la legalidad es un privilegio al que
solo se accede mediante el poder económico
y político, a las clases populares no les queda
otra alternativa que la ilegalidad». Este es el
origen del nacimiento de la economía informal
que Hernando de Soto documenta con pruebas
incontrovertibles.
4. La economía informal-sociedad paralela es en
muchos sentidos, más autentica, trabajadora y
creativa que la que usurpa el título de país legal
y aparece como una puerta de salida del
subdesarrollo que ya ha comenzado a franquear
resueltamente a muchas de sus víctimas, en un
proceso que está revolucionando desde su raíz
la economía de la nación, sin que curiosamente,
parezcan advertirlo la gran mayoría de quienes
escriben y teorizan sobre el atraso y las inquietudes
sociales del tercer mundo.
5. La informalidad es una réplica de las mayorías
contra ese sistema que las ha hecho tradicionalmente
víctimas de una suerte de
apartheid económico y legal. En ese sistema,
las leyes parecerían pensadas para cerrarles
el acceso a cosas tan elementales como tener
un trabajo y disponer de un techo. ¿Iban a
renunciar a estas aspiraciones básicas de supervivencia
en nombre de una legalidad en
muchos sentidos irreal e injusta? Renunciaron,
más bien, a la legalidad, y salieron a las
calles a vender lo que podían, montaron sus
talleres de fortuna y armaron sus viviendas
en los cerros y arenales. Como no había trabajo,
lo inventaron, aprendiendo sobre la
marcha lo mucho que no sabían y haciendo
del defecto virtud, administraron con sabiduría
su ignorancia9.
6. De emigrantes a informales. Así fue, de esta
manera que, para subsistir, los migrantes se
convirtieron en informales. Para vivir, comerciar,
manufacturar, transportar y hasta consumir,
los nuevos habitantes de la ciudad tuvieron
que recurrir al expediente de hacerlo
ilegalmente. Pero no a través de una ilegalidad
con fines antisociales como en el caso
del narcótico, el robo o el secuestro, sino utilizando
medios ilegales para satisfacer objetivos
esencialmente legales, como construir
una casa, prestar un servicio o desarrollar una
industria.
7. Podríamos decir que la informalidad se produce
cuando el derecho impone reglas que
exceden el marco normativo socialmente aceptado,
no ampara las expectativas, elecciones y
Gestión en el Tercer Milenio, Rev. de Investigación de la Fac. de Ciencias Administrativas, UNMSM (Vol. 7, N.º 14, Lima, noviembre 2005)

preferencias de quien no puede cumplir tales
reglas y el Estado no tiene la capacidad coercitiva
suficiente. No son informales los individuos,
sino sus hechos y actividades. A medida
que los informales han avanzado, el Estado
peruano se ha ido replegando, considerando
cada concesión como temporal, «hasta salir de
la crisis», cuando en realidad no es otra cosa
que adoptar de mala gana una estrategia de
retirada permanente. Retirada que paso a paso,
socava su vigencia social.

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